Alunos que sofrem na escola


Mais um artigo de Miguel Ángel Santos Guerra (29.11.2008) que vale a pena ler.

Dolor en la escuela

Me preocupa mucho el dolor de los alumnos y alumnas en la escuela. Ya sé que también sufren algunos profesores y profesoras porque hay quien se empeña en no aprender y en que los otros no aprendan. Es decir, en hacer la vida imposible a los demás. Y porque hay familias que, estúpidamente, desautorizan y agreden a los docentes, sin darse cuentan que están alimentando un monstruo del que serán las primeras víctimas. Me duelen los profesores que sufren en la escuela. Pero, claro, los profesores son adultos y cobran por hacer su trabajo. Tienen en su mano poder. El poder de evaluar, el poder de mandar, el poder de saber, el poder de la experiencia, el poder de la institución. No es lo mismo.
Reflexionaré en estas líneas (no porque el otro dolor no merezca mi respeto y preocupación) sobre el dolor de los alumnos y de las alumnas, que empieza en los albores de la escolarización. Me entristece el llanto de los niños pequeños cuando dicen de mil modos, agarrados a las piernas de su padre o de su madre:
- ¡No quiero ir al Cole…! ¡Por favor, no me lleves!
Hay quien sufre porque se considera una nulidad, una persona incapaz de aprender. Por propio convencimiento o por sugerencia ajena han acabado concluyendo que “no valen para estudiar”, pero sabiendo que tienen que seguir estudiando. O, lo que es peor, “que no valen para nada”, sabiendo que tienen toda la vida por delante. Hay quien sufre porque recibe comparaciones humillantes, respecto a otros compañeros o, incluso, respecto a sus propios hermanos.- ¡Si fueras como tu amigo! ¡Si fueras como tu hermano!

Hay quien sufre porque vive situaciones muy crueles. Me refiero a los alumnos que son interrogados, examinados, juzgados en público (probablemente ante la persona de la que están perdidamente enamorados), mostrando una ignorancia solemne… Hay quien recibe bromas hirientes (cuánta mordacidad, cuánta ironía, cuánto sarcasmo…), sumido en el silencio de la impotencia, del miedo a las represalias, del temor al castigo, de la inminencia del suspenso:
- Tienes menos futuro que una gamba en un chiringuito…, escribió un profesor en el cuaderno de la hija de una buena amiga mía.
Hay quien sufre porque, a pesar de muchos esfuerzos, ve que sus calificaciones siguen siendo malas. Mientras que otros con el mínimo esfuerzo son capaces de conseguir mejores resultados. Hay quien se aburre soberanamente porque todo lo que se trabaja o se explica lo puede aprender en unos tiempos sumamente breves. O porque lo que aprende no le interesa absolutamente nada. O porque tiene que aprender con unos métodos absurdos.
(...)
Muchos de quienes sufren lo hacen en silencio. Quizás piensan que ese dolor se lo tienen bien merecido por torpes, por vagos, por estúpidos. A nadie hablan de él, con nadie lo comparten. Lo consideran natural, consustancial a su condición inevitable de malos alumnos. No podemos ser indiferentes a ese sufrimiento. Hemos de procurar evitarlo, no causarlo. Tenemos el deber de ayudar a quienes sufren ese innecesario y estéril dolor que dificulta el aprendizaje, deteriora la propia imagen, enturbia la convivencia y tiñe de color negro la vida. Creo que con una dosis más grande de sensibilidad y de ternura, todos seríamos más felices, aprenderíamos más y conviviríamos mejor.

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Este artigo é bastante signicficativo para enterndermo melhor os problemas da escola hoje.

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