Avaliação das Aprendizagens

O habitual contributo do Miguel Santos Guerra para a reflexão de temas Educacionais. Neste particular sobre as Avaliações das Aprendizagens dos Alunos, com grande ênfase na Avaliação Formativa, nos seus pressupostos, objectivos e processos.

Cómo viven las vacas? (21.6.2008)

Tiempo de evaluación en las escuelas y Universidades. Tiempo crucial. Quizás más crucial que el tiempo de aprendizaje. Porque lo importante, lamentablemente, acaba siendo aprobar y no aprender. Lo que le preguntan las familias a los hijos e hijas cuando llegan con las notas a la casa no es si han aprendido cosas relevantes, si han disfrutado aprendiendo, si han ayudado a otros a aprender, si han sido diligentes y esforzados aprendices, si el conocimiento adquirido les ha hecho mejores personas…. Lo que les preguntan en primer lugar es: “¿Cuántas te han quedado?

La evaluación que se realiza en la escuela sólo debe calificarse de educativa cuando realmente educa a quien la hace y a quien la recibe. Es educativa no sólo por evaluar procesos y resultados relacionados con la educación sino porque educa a sus protagonistas. Phillippe Perrenoud, prolífico y acreditado investigador ginebrino, acaba de publicar un libro (Editorial. Colihue, 2008) que se titula “La evaluación de los alumnos. De la producción de la excelencia a la regulación de los aprendizajes. Entre dos lógicas”. Dice el autor en la Introducción: “Hablar de evaluación formativa ya no es patrimonio de algunos marcianos. Es posible que estemos pasando -muy lentamente- de la medida obsesiva de la excelencia a una evaluación formativa, al servicio de la regulación de los aprendizajes”. Comparto esa visión optimista de la realidad. Hay muchos docentes sensibilizados ante la problemática que suscita una evaluación basada en el control, en la comparación, en la clasificación, en la selección y, como dice Bourdieu, en la “indiferencia a las diferencias”.

Para que podamos avanzar en la dimensión formativa de la evaluación es necesario incrementar su racionalidad y su justicia. Para ello debemos intensificar el diálogo entre los actores de la evaluación (evaluadores, evaluados y familias), la comprensión del binomio enseñanza/aprendizaje y la mejora del mismo. Una forma de evaluar empobrecida, consistente en la repetición mecánica de las respuestas lleva a pensar que existe una respuesta única, que esa respuesta es la que exige el evaluador, que es necesario conocerla, memorizarla y repetirla fielmente y que si no se reproduce o si se discute se está abocado al fracaso.

Como de la evaluación depende el éxito o el fracaso, todo el proceso de enseñanza y aprendizaje se encamina a conseguir el logro deseado y, para ello, es preciso conocer y seguir las reglas impuestas.

El profesor José Crespo me brindó hace ya muchos años, a las puertas del edificio B de Filosofía de la Universidad Complutense, una significativa anécdota acerca de la problemática de la evaluación. Reproduzco el diálogo entre el padre y su hijo de diez años.

- Papá, me han hecho un examen.
- ¿Qué tal te ha ido, hijo?
- Mal. He suspendido.
- ¿Qué preguntas te hicieron?
- Eran muchas y cortitas.
- ¿Me puedes decir alguna de esas preguntas?
- Una era: ¿Cómo viven las vacas?
- ¿Tú qué contestaste a esa pregunta?
- Yo contesté: ¡Bien!
- ¿Cómo te calificaron esa pregunta?
- Esa mal.
- Y ¿cuál era la respuesta correcta?
- La que pone el libro:- ¿Sabes ya lo que dice el libro?
- Sí, papá, ya lo he visto. El libro dice que las vacas pueden vivir en ganadería extensiva e intensiva. La respuesta correcta era “en ganadería extensiva o intensiva”.

Es decir que, ante la pregunta, el niño puede recurrir a su cabeza (pensando) o al libro (repitiendo). Si dice que las vacas viven maravillosamente en comparación a como él vive (mugen, y no les mandan callar, se mueven y no les exigen inmovilidad, viven al aire libre y no encerradas, no van a la escuela, no hacen exámenes, se mezclan con los toros libremente en el campo…) se le califica mal. Si repite lo que dice el libro, sin entenderlo ni él ni el profesor, será bien calificado.

El problema reside en que, a través de la evaluación se pueden potenciar loas tareas menos rìcas intelectualmente. En un aula se realizan tareas de diverso tipo: memorízar, aprender algoritmos, comprender, analizar, opinar, crear… Aunque todas son necesarias, nadie discutirá que esa relación va aumentando de riqueza y complejidad. Sin embargo, es posible que si analizásemos los contenidos de la evaluación, comprobásemos que existe una inversión en la presencia de las tareas.

Para que la evaluación sea formativa tiene que encaminarse a la comprensión y al desarrollo, no a la atrofia de la creatividad y del pensamiento. Eso significa también que el alumno tiene que saber por qué lo ha hecho bien o mal. Tiene que tener una explicación de los fallos que ha cometido, y una constancia de los aciertos. De esa forma podrá aprender.

El diálogo con las familias también es importante. Porque. ante la obsesión por la eficacia, es necesario que sepan qué es lo que sucede con el proceso de aprendizaje de sus hijos, qué dificultades tienen, de qué limitaciones adolecen, qué tipo de ayudas necesitan y qué grado de esfuerzo realizan. La actitud de las familias es muy importante ante las calificaciones. Es probable que, en caso de que hayan obtenido buenos resultados, ni siquiera les preocupe si han hecho trampas para conseguirlos. Un mamá me cuenta que sorprendió a su hija con la parte interior de la mano izquierda completamente llena de anotación escritas con bolígrafo.

- ¿Qué es eso que tienes escrito en la mano?La niña mira su mano sorprendida y con un gesto de extrañeza trata de explicar lo sucedido:
- Ay, no sé. Habré apoyado la mano sobre un libro sin darme cuenta.

En un cultura meritocrática las trampas no importan. Ni siquiera el aprendizaje importa. Lo que único que se valora es el resultado. Pero ya hay muchos padres y madres, ya hay muchos profesores y profesoras que están convencidos teórica y prácticamente de que las cosas no deben ser así. Y están dando pasos en la dirección adecuada. Hay que intensificar el ritmo de la marcha y hay que conseguir que más personas se rindan a la lógica y a la ética.

Comentários

Avó Pirueta disse…
Fátima, este Professor faz sempre o meu coração bater com mais força. Diz a Verdade de uma forma tão clara que não se pode argumentar contra ela. Todo o texto é uma reflexão obrigatória mas o último parágrafo, felizmente, deixa-nos esperanças de que, finalmente, se dê o seu a seu dono. Obrigada pela partilha
Fátima André disse…
É verdade, Carmo. É preciso acreditar, ser optimistas como nos manda ser Fernando Savater. Não importa se estamos a remar contra a maré. O importante é que estamos a fazer o que em consciência consideramos ser o melhor para os nossos alunos. Aprendi isto com uma pedagoga que admiro muito e que sendo professora universitária consegue ser congruente com as ideias que defende. Coisa que muitos teóricos não fazem e que me irrita solenemente.

Mensagens populares deste blogue