(Des)construção de uma cultura ardilosa nas escolas

Miguel Ángel Santos Guerra, no seu artigo de 29 de Março de 2008, fala de um tema muito pertinente num tempo em que os mais fortes, os mais poderosos, os mais… revelam ao seu melhor estilo a (des)humanidade de que se reveste o seu carácter (falta de) e falta de honestidade. Nos últimos tempos tenho lido e presenciado, verdadeiras pérolas de poder tecnocrático entre pares (na classe docente, nas escolas) que até levaria qualquer leitor a crer que o presente artigo (do qual transcrevo apenas um excerto) teria sido escrito para retratar humoristicamente a realidade de muitas escolas portuguesas. Penso não ter sido essa a ideia que presidiu à escrita do mesmo, mas bem podia ter sido, porque são inúmeros os relatos de escolas, de colegas que se vêem coagidos por colegas seus, (muitas vezes, muito menos qualificados academicamente, mas com alguns cargos de “chefia”) a “fazer coisas que nem lembraria ao diabo” sob pressão de serem penalizados na avaliação de desempenho se negarem aceitar determinadas imposições dos mesmos. Quem tem lido jornais nos últimos dias e tem dado umas voltas pela internet apercebe-se deste “mundo fantasma e ardil” que estamos a criar nas escolas destruindo o pouco de bom que se veio construindo, paulatinamente e a muito custo, nos últimos anos, na maioria das escolas portuguesas – uma cultura de colegialidade entre docentes.

La estrategia de la zancadilla

Dice el diccionario de la RAE que zancadilla es “la acción de cruzar alguien su pierna por entre las de otra persona para hacerla perder el equilibrio y caer”. En un sentido figurado, “la zancadilla es una estratagema mediante la cual se derriba o se pretende derribar a alguien de un puesto o cargo”. El diccionario limita demasiado la acepción, ya que se puede practicar ese malicioso deporte contra iguales e, incluso, contra quienes están por debajo en el escalafón. Algunos (y algunas) son verdaderos especialistas en el arte zancadillear. A estos artistas de la desgracia ajena les produce una enorme satisfacción ver cómo amigos y enemigos se dan de bruces contra el suelo gracias a su perversa habilidadStanley Bing acaba de publicar un libro que se titula “La estrategia de la zancadilla”. Y carga de ironía, espero, el subtítulo precisando: “Acosa a tus enemigos, enchufa a tus amigos y libra sin piedad tu batalla”. Pues ni en broma. No me gusta ese estilo ácido que nos pone en la onda del “nuevo arte de la guerra”. Lo que el autor viene a decir, en resumidas cuentas, es que en este mundo de rivalidades, de agresiones y de competitividad extrema, es necesario saber eliminar a los enemigos.Los demás no son compañeros, son rivales.. Los demás son víctimas potenciales que, con un poco de paciencia y de ingenio, acabarán siendo víctimas reales. No sé qué mezquinas alegrías les pueden proporcionar a algunas personas los infortunios ajenas. Pero, así sucede. Incluso cuando éstos no conllevan un beneficio propio.
(…)
Hay zancadillas que son fruto de la envidia, otras de la rivalidad y algunas, simplemente, del placer que algunos sienten al ver a otros caer.
(…)
Hay quien disfruta más cuando tiende la zancadilla a quien va velozmente hacia una meta clara y ambiciosa. La zancadilla puede ser una calumnia, una mentira, una sospecha, una denuncia, un insulto, un recuerdo, una frase mordaz. El caso es que quien va corriendo tropiece y se estrelle.
(…)
Vivimos en un mundo cargado de individualismo y competitividad. Impedir que el otro gane parece una forma de ganar. Bloquear el éxito ajeno parece una forma suficiente para consolarse por no alcanzar el propio. La competitividad se envilece cuando vale todo para ganar al otro.
(...)

Comentários

Anónimo disse…
Olá Fátima, não é só na educação, parece-me ser em todas as áreas da sociedade.............RS
Excelentes artigos, parabéns!
Fátima André disse…
Olá RS,
Tem toda a razão. Quem ler o texto integral do Professor Miguel Santos Guerra, dá-se conta de que todos os sectores da sociedade sofrem desta grave doença (dos campos de futebol, às universidades, empresas, oficinas, hospitais, partidos políticos, grupos de amigos...). Não sei se é possível combatê-la integralmente, mas sei que é possível melhorar. A Educação não faz milagres, mas pode ajudar muito nesta tarefa de incutir valores que nos podem ajudar a crescer como pessoas, na honestidade de carácter, na tolerância, no respeito mútuo, na fraternidade...

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