Saber observar

Mais um artigo de Miguel Ángel Santos Guerra (26.01.2008). Parece uma crítica ao processo de avaliação de desempenho docente em Portugal. Fica aqui um excerto, e remeto para a leitura integral porque é um precioso contributo para a reflexão, sobretudo para os avaliadores-observadores. São aqui traçados alguns pressupostos para uma avaliação transparente e equitativa.

No todos los ojos abiertos ven

Cada día, cada hora, cada momento, pasan cosas admirables en cualquier lugar donde nos encontremos. Lo que pasa es que no las vemos. Porque no tenemos los ojos educados para ver. Decía Vicente Espinel que “los ojos son arcabuces y lumbreras del alma”. La capacidad de observación es importante para saber lo que pasa. ¿Por qué no se ve lo evidente? Porque nos instalamos en las rutinas, porque no somos capaces de fijar persistentemente la atención, porque no sabemos focalizar adecuadamente. Más difícil es ver lo subterráneo, lo que está bajo la capa superficial de los hechos. “Lo esencial es invisible a los ojos”, dice Antoine de Saint-Exupéry.
Además de ver, es preciso analizar. Para ello hay que disponer de teorias. (…)
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Saber observar es tan difícil como necesario. Porque observar no es sólo mirar, es buscar. Y la búsqueda tiene un eje estructurador que da sentido a la mirada y proporciona explicaciones a lo que se ve. ¿Cómo es posible que se les escapen tantas cosas de los hijos a los padres y madres? ¿Cómo se nos pasan tantas cosas de los alumnos a los profesores y profesoras?
Para observar hace falta combinar objetividad y subjetividad. (…)
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Vemos las cosas como son, pero también como nosotros somos. “El horizonte está en los ojos, no en la realidad”, decía Ángel Ganivet. No podemos prescindir de la subjetividad (que no es lo mismo que arbitrariedad). Ni debemos hacerlo cuando observamos a personas.
Para observar con rigor hace falta combinar la focalización y la contextualización. No se puede observarlo todo, en todos los sitios, de manera constante. Hay que centrar la atención, pero también hay que tener en cuenta el contexto donde el hecho sucede. Un grito no significa lo mismo en un campo de fútbol que en una iglesia.
Otro dilema que presenta la observación es la necesaria equidistancia que tiene que mantener el observado para estar dentro de la realidad, pero suficientemente fuera como para que no le condicione el juego de intereses que en toda realidad se produce. Si el observador se distancia mucho no conoce los significados que tienen los protagonistas. Si está demasiado dentro no puede analizar con imparcialidad.
No se puede perder de vista la artificialización del comportamiento que se produce en una persona cuando se sabe observada. Me cuenta un colega de Barcelona que en una evaluación que se estaba haciendo en un Colegio de la ciudad un profesor que era muy “vanguardista” (entraba en clase y se ponía a leer La Vanguardia) durante todo el tiempo que duró la observación de su aula había dejado de ser vanguardista. Pero siguió siéndolo el primer día en que se fue el observador. Mientras más transparencia tenga la observación, mientras más tiempo dure y más control democrático tenga el observado sobre los datos, menos artificialización existirá.
Para aprender a observar hay que ejercitarse. A observar se aprende observando. Es bueno también contrastar informes de diferentes observadores sobre un mismo hecho. Resulta curioso comprobar las discrepancias que se producen en la mirada de observadores diferentes. Para aprender a observar también es interesante ser observado. Cuando lees el informe de una observación que te han hecho puedes comprender que hay muchas posibilidades de que se malinterprete una palabra o un gesto.
Hay que educar los ojos para ver. Por eso hace falta fijar la atención, cosa difícil en esta cultura de distracción permanente. Decía Bill Crosby: “No todos los ojos cerrados duermen, ni todos los ojos abiertos ven”

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