A desejável colegialidade família-escola

Mais um artigo imperdível de Miguel Santos Guerra (19.01.2008), sobre um tema que já aqui temos abordado -, a relação família-escola, numa desejável mediação de responsabilidade e cooperação. Deixo aqui um excerto e fica o convite a uma leitura integral de:

El tenis (anti)pedagógico
La relación familia/escuela es hoy especialmente necesaria. En una etapa en la que la crisis de valores se hace patente, la unidad de acción resulta imprescindible. Los profesores necesitamos información, ayuda, colaboración y apoyo de los padres y de las madres. Y la familia necesita la intervención de profesionales que trabajan colegiadamente en el marco de una institución educativa.
Cuando estas dos instancias juegan una partida de tenis (anti)pedagógico (pelota para allá, pelota para acá, pelota para acá, pelota para allá) los niños pierden la partida. Las acusaciones van de una parte a otra, de una instancia a otra y nadie quiere hacerse responsable de nada. La culpa del fracaso la tiene la familia, dicen los profesores. La culpa de los problemas que tienen los niños la tienen los profesores, dicen los padres.
(…)
Hay que acabar con el tenis (anti)pedagógico. Para ti la pelota de la culpa. Para ti la pelota del fracaso. Y así hasta la extenuación sin que nadie de un paso hacia la mejora de la educación de los hijos y alumnos. La colaboración se tiene que producir en todos los ámbitos. En el didáctico, es decir en lo relativo a los aprendizajes. En el educativo, que esta vinculado a la esfera de actitudes y valores. En lo organizativo, es decir en la gestión institucional. Y en lo comunitario, que proyecta la acción educativa en la sociedad.La colaboración, por otra parte, tiene que ser sincera, sustantiva, real y exigente. Hay muchas trampas en la participación. Por ejemplo cuando se trata de una participación regalada (”vamos a dejar participar a las familias”, se dice, como si no fuera la participación un derecho y un deber). O cuando la participación está recortada y reducida a los aspectos marginales de la actividad curricular (”las familias van a organizar las actividades extraescolares”…). O cuando la participación está trucada (”los padres van a participar, pero solamente si están en la línea impuesta por el profesorado”…). O cuando la participación es meramente formal, pero no real (”se han respetado todas las exigencias legales”…).
La participación tiene también exigencias. Hay que tomar parte (eso es participar) para ayudar, no para destruir. Para animar, no para condenar. Para exigir, no para actuar de comparsa. Para estimular, no para amenazar.
Claro que lo primero que tiene que suceder es que la sociedad y la familia respete y valore a los profesores. No siempre han sido bien tratados. Y ahora tampoco. (…)
(…)
Cuando no se respetas a los profesores, es imposible avanzar. Y tampoco cuando los profesores piensan que los padres y las madres no tienen capacidad para actuar de forma eficaz y responsable. Cuando no se confía en ellos, cuando no se cuenta con ellos y cuando se piensa que sólo están ahí para estorbar.
Hay que ganar esa partida de tenis entre todos Y para ello todos tenemos que estar en el mismo bando. Escuela y familia. Familia y escuela. Escuela, familia y sociedad. En el otro bando juegan el pesimismo, el fatalismo, la agresividad, la intolerancia, el desinterés, la rutina, la comodidad, la injusticia, la desigualdad y, en definitiva, desastre.

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